viernes, 18 de junio de 2010

El Crítico.

La historia sucede en México, en el año 2010, más precisamente en el Distrito Federal un 25 de mayo. Un tal, está en un cuarto rentado, listo para empezar a contar su historia, mejor dicho su interpretación. Bastante negativa, por cierto, pero lo necesariamente noble cómo para que no pase de la palabras. Se ha convertido en una persona callada, silenciosa, toda negatividad enmudeció, con los gritos calló las palabras, luego vino el silencio. Cree saber de lo que está hablando, tal vez años de masticarlo, pero lo importante es que cree. Tan contundentemente que no podría ser de otra forma, lo dice el dicho, “creer o reventar”. Sin término medio; pasional, amado u odiado. Hay quienes dirían que son puras tonterías, incluso de una forma más despectiva, directamente haciendo alución a su estado mental, a la debilidad, a la locura. Sin embargo esto es algo alimentado día tras día. Una visión crítica del mundo. Y esa creencia por más dura que sea se ha vuelto silenciosa. Las noticias de todos lo días no demuestran lo contrario, las actividades de todos los días no demuestran lo contrario, nuestra mente no demuestra lo contrario. La miseria puede verse en cualquier lado, y acá no puede hablarse de que a perdido la forma, de que nos hemos vuelto groseros, de que seamos hipócritas, sino más bien es lo que sucede ante nuestros ojos, aunque seamos pecadores (y todos somos pecadores), y eso sea lo que ven, todos de un mismo rebaño y matándonos entre nosotros. Bendito stress. Fuma e intenta a cada momento dar un ejemplo que demuestre el porque de su renegar.

Hace varios meses que se fueron generando hábitos, algunos hace años, tantos como los 33 que lleva. Alguna vez leyó de un escritor sobre la angustia por la mañana, de su efecto, de como empezar el día de esa manera, toda su vida adulta, todo, siempre preguntándose si era un maldito hábito o si no tenía más remedio. Empieza a pensar que ya no hay más remedio, eso y el hábito son la misma cosa. El no remedio es el hábito. Es decir, por pensamiento o por acción, aunque parezca que los dos buscan cosas diferentes, la sensanción del resultado es la misma. Entonces tendría que volverse una persona ezquizofrénica, ecléctica tal vez, excéntrica. No. Sabe bien cual es su ritmo. Le asusta la asincronía con el ritmo de los demás, no para todo, pero en ciclos, visto desde una perspectiva más lejana, se nota el corrimiento. Dormir a horas diferentes, o por ejemplo el insomnio. Actos que también se multiplican, que funcionan. Entonces despierta, sin muchas ganas, está dentro de uno de esos ciclos vitales, o más bien biológiocos, o ambos. No siente stress, no siente culpa ni desesperación, siente resignación, reniega entre dientes y permanece en silencio. Despierta, lo piensa, y saca un pie de la cama, busca sus chancletas pero no las encuentra con la rapidez pretendida. Decide no ponerselas, ni siquiera los pantalones. Sale en calsones al baño evitando que nadie lo vea, va directo al inodoro y evacúa. Recuerda novelas norteamericanas y las narraciones de cuando los tipos van al baño, el estilo. Un estilo bastante renegado, un estilo que parece grosero, violento. Toma el cepillo de dientes por un instante en que lo busca entre los otros y sin sacarlo del todo lo vuelve a dejar en el lugar que estaba. Le duele el estómago y siente retorcijones. Sale de la misma forma que entró. Luce mal. Todo el cuerpo refleja lo que piensa, todo se corresponde. Sin embargo todo este preámbulo de su condición no lo perturba. Siente lo que siente en silencio y actúa frio para su roll. Lo hace parte de sí, lo incorpora a su carne y fuma. Analiza el asunto, no puede alejar sus pensamientos de eso, pero esto no lo atormenta. Se supo atormentado, ahora lo piensa, y sabe que al final verá claro y eso traerá la tranquilidad. Entonces mientras fuma piensa en esto. En su empleo, en su humanidad de carne y hueso. En la forma de laboratorio químico que toma su cuerpo y ve como mete, procesa, aprovecha y desecha; se aliena, profundiza. Este análisis le da cierta satisfacción. Sabe que no son cosas bonitas. Sin embargo siente placer al avanzar con la luz sobre ciertos pensamientos oscuros, aunque sea pensándolos sin avergonzarse, sin atemorizarse, viendo de frente la verdad. Está como en uno de esos momentos de nobleza, aunque alejado de todo. Por lo tanto fuma y hace cosas cotidianas. Hoy comerá aguacate, antes comprará pan y algo para beber, seguramente agua. Tiene varias opciones. En el trabajo las cosas son raras. Hay poco trabajo, y el asunto se pone raro pues nadie quiere hablar con el jefe. Son operarios. Los llaman y van, no los llaman, no van. No hay un lugar físico determinado y tampoco saben donde ubicar a su jefe más que por teléfono o por correo electrónico. Todos los meses, hace varios meses, cae en esta incertidumbre de si habrá o no trabajo, o si tendrá que salir como lo viene haciendo en esta cadena de actos cada seis o siete meses a buscar un nuevo empleo. También piensa en eso y dejar todo y empezar algo por su cuenta. Se le hace muy dificil pero es terco y persistente, madera dificil de roer.

Se convence de lo que piensa y una vez convencido trata de poner en práctica una acción. Con esto, quiere abstraer esto que le pasa y así todo lo demás. Abstraerse, y poder hacer una cosa sin pensar concientemente en la otra, dejando decantar el resto. El resultado de una sumatoria, multiplicación, división, y resta, de estos tales actos nobles; cual pasos a seguir poco a poco y que no siempre indican que uno gana más dignidad. Los benditos actos aislados. Una vez convencido de todo lo que reniega espera el momento crítico. Está en la terraza, habla con amigos, bebe, cuenta chistes a sabiendas de que le resulten amargos, y demasiado ficticio reir a travéz de tal artimaña hipócrita. El chiste se le ha vuelto una cosa vacia. Cualquiera le quiere contar un chiste y hacerle reir. Cómo si de esa forma se acabara está interpretación un poco triste de la “cosa”. Agazapado, con las encías aguas, figúrase su cuerpo de lobo, marrón café peludo, sudoriento, hambriento y astuto, ansioso y silencioso. Es que el instinto de caza de alguna manera podría ser la crítica humana, no puede sostener tanta nobleza y se comporta como un pirata, como un embustero y un farsante. Pues a pesar de no querer siente que es su deber, esa tranquilidad de conciencia subsiguiente. Ese dictamen superior de lo que se debe. Cuidar las formas... recuerda la vida de un pintor moderno y de repente ve la gran expresión del gesto humano. Trazos y sedas se mezclan en su cabeza, las imágenes se detienen en su pensamiento y puede comprobar que la forma y la idea no pueden separarse, y en la síntesis de una próxima experiencia se develará el misterio de esa primer pareja. Por lo que la forma o la idea no son si no juntas a los efectos del gesto, la expresión, o el trato con los demás. Pues sí, increiblemente cual cucaracha de Kafka, se veía lleno de pelo, con grandes colmillos para masticar ese pedazo, y con ojos bien atentos ansiosos de renegar. Da el zarpazo, mastica, y traga. Así podrá estar en silencio, alimentando su renegar, satisfecho, esperando el próximo momento. Tiene suerte de estar escribiéndolo, eso es lo que cree puesto que con otras formas le ha ido peor. Esto parece genial, sería bueno que fuera así todos los días, pero lo noble pasa, por ser así, una vez cada tanto, luego de haberlo callado por bastante tiempo. Esa es la acción noble, ahí está la materia de su renegar. En realidad cree que todos actúan de una manera cuando están en sociedad y de otra cuando están en silencio. En silencio el diálogo no para. Una idea da curso a otra y a otra y a otra. Se pone a hacer cosas, más cosas, más cosas. ¿Para qué? Para subsistir. Está en el medio de la selva, ha habido mucho silencio por mucho tiempo. ¿Quién sabe por qué? En el lugar donde esté su condición está bien clara. Renta un cuarto en México D.F. en el año 2010. El diálogo continúa frente a un grupo de gente que compra en un mercadito. Muchas personas son atendidas, el diálogo continúa. Ese silencio y esa acción, esa idea y esa forma, es el teatro de la convivencia. Ya lo tiene todo bastante pensado, masticado. Antes le ha ido peor. Actúa de manera tal que nadie note su renegar. Dice y aconseja de todo lo que reniega, es decir, hace creer que detesta al ser humano. No tiene nombre pero una vez aconsejó a otro que no reniegue tanto, que se le hacía pesado. Casi por un segundo se quedó sin tema de conversación, sin forma noble, sin idea, en silencio otra vez masticando el pedazo. Tantas palabras habían logrado cierto conjuro, un código largo, pero con cierto poder. Confianza. Retórica. Abrakadabra. La vida moderna es compleja y relativa, y estas son sus dos características. Para interpretar la primera, se precisa el medio con sus delicados matices, sus bosquejos y sus inesperadas perspectivas; la segunda exige lejanía. No tiene más remedio que entregarse a las actuaciones que piensa como salida. Cosas sagradas, secretas, silenciosas. Cosas que actúan de una forma y suenan de otra. Imaginería. Más destinada a sorportar en silencio que para realizar milagros. Destinada al silencio de todos. Comparte su renegar, no importa su nombre, comparte y se muestra de otra forma ante la idea de la belleza. Tal vez por eso se ve noble en él escribir, o callar. Comparte y esto más bien siginifica que está con una persona. Su renegar no le impide estar con alguien, ni su condición tampoco. Este año ya lleva escritas dos novelas con esto del silencio, el reniego, y la escritura. Se ha enamorado, cosa que ni su renegar, ni su condición le impiden a nadie. Empieza a querer ver un mecanismo, un código, una huella, una construcción.

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